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El cambio climático nos convoca

 Para los que habitamos en la  provincia de Las Tunas las evidencias del cambio climático en este territorio son tan evidentes que en estos momentos de una u otra forma todos recibimos , aunque sea de soslayo una señal inequívoca.

   Lo más conocido e impactante fue la furia con que se ensañaron dos huracanes en la temporada 2008 por un territorio que solo tangencialmente veía pasar por la costa sur o la norte estos fenómenos atmosféricos.

    A partir de entonces las consecuencias son NO solo las apreciamos en estos momentos, sino que resultan perdurables por los daños a las viviendas y muchas otras edificaciones que requerirán tiempo en su restauración.

   Para verificarlo basta con viajar por los municipios de Puerto Padre y Jesús Menéndez y solo contemplar los techos desvencijados de los centrales azucareros, todo un símbolo de la economía en esas zonas durante décadas.

   Los efectos son notables también a la flora, a la fauna y a los suelos.

   Las carencias de productos agropecuarios por las afectaciones a las cosechas, que se refleja en el día a día de los mercados agropecuarios a la espera de tiempos mejores, constituyen ejemplo de esos impactos negativos del clima.

   En lo referido a la floresta  no deben desdeñarse  las enseñanzas que es preciso tener en cuenta por los que ejecutan los planes de reforestación o deciden sobre las plantaciones de árboles incluso en la jardinería.

   Se trata del hecho que los estragos estuvieron centrados en árboles exóticos, procedentes por ejemplo de un clima continental, nada apropiados para las condiciones de los vientos insulares y para un área geográfica azotada por frecuentes huracanes.

   Las lecciones están ahí y vale la pena que no las olvidemos.

   Para ello se realizan en la provincia estudios de riesgos y vulnerabilidad ante las lluvias, los vientos y las penetraciones del mar previstos para concluirse en el 2009 y junto a ellos planes de gestión, que deben ejecutarse con disciplina tecnológica, voluntad política y la constancia, en la protección de las zonas costeras, los asentamientos humanos, la fauna y los recursos forestales y agrícolas.

   Porque la preparación paras eventos meteorológicos intensos que estén por venir será la clave no solo para adaptarnos a estos cambios del clima, sino también para mitigar sus daños en las personas, la infraestructura, y la economía.

 

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