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El hombre de las manos verdes

El hombre de las manos verdes

Raúl Verdecía Pérez es un hombre que vive contento de su trabajo, porque se dedica a lo que más le gusta. Su pasión por la botánica y sus profundos conocimientos le hacen una persona imprescindible cuando en Las Tunas se quiere consultar sobre el tema.

Desde que era estudiante de Biología en la Universidad Pedagógica de Las Tunas se dedicó a la Botánica, admiraba a Maximiliano Curbelo, un coterráneo estudioso de las plantas, y así creó un importante herbario en el pedagogico que definitivamente lo inclinó en su vocación.

Hoy es un hombre de ciencias, sencillo, alto delgado, inquieto y de obligada referencia cuando se quiere hablar de las especies de las palmeras en Cuba que cuenta con la mayor diversidad de especies nativas del planeta. Pero su aporte sustancial también lo encontramos en la creación y crecimiento del Jardín Botánico de Las Tunas.

A él me acerco tratando de escudriñar en sus motivaciones para tanta consagración a un Jardín donde crecen mil 500 especies de diferentes plantas, 82 de ellas amenazadas de extinción.

-A todo el mundo le gusta ser reconocido pero pienso que el mejor reconocimiento es el que se da en los resultados del trabajo, en la cotidianidad de la gente que no sabe a veces mucho del tema, pero que logras entusiasmar, eso me da el reconocimiento más solido. Un diploma, un aplauso, no es algo que debe esperar alguien por algo hermoso, hay personas que solo aspiran a eso, para mi lo fundamental no es eso, me parece un acto vanidoso, porque  cuando existe mérito en la obra que se hace, aunque no te den un diploma tienes el reconocimiento. Es mi filosofía de ver las cosas.

-Yo disfruto ese reconocimiento de las personas, los amigos, los niños, las abuelitas, hace que uno olvide las dificultades y siga luchando por una obra como este Jardín Botánico que se verá más bella en el futuro, porque los jardines a diferencia de las personas, y tienen la dicha de que son más hermosos mientras más años pasan.

-Los jardines son bonitos desde que inicia por las flores y sus colores, pero la verdadera espectacularidad la alcanza un jardín viejo, pero en eso está en encanto de iniciarlo uno mismo, pues uno se imagina cada vez que planta algo cómo será en el futuro, algo que hay que tener en cuenta para que no haya incongruencias, como arboles muy grandes que queden  delante y los más pequeños detrás, uno tiene que irse imaginando como va a ser este jardín dentro de cincuenta, de cien años o más. Un trabajo muy bonito.

-Al principio los trabajadores estaban a veces sentados porque decían que no tenían taller, y el jardín de 112 hectáreas tenía más de cien cubiertas de marabú, que hubo que talarlo y lo hizo ese mismo colectivo que emprende hoy cosas que a mi me maravillan. Sales a caminar las áreas y puedes ver colecciones llenas de colores, de belleza, muchos motivos de jardinería, colecciones de bonsay, de orquídeas, nuevas ideas, innovaciones, es el mismo colectivo que antes no sabia que hacer, no sabía como lograr un semillero, lograr una planta, muchos de ellos muy jóvenes, los que hoy nos asombran y les decimos que tienen las manos verdes por conseguir tan valiosos resultados.

Además de su labor en el Jardín Botánico de Las Tunas, Raúl Verdecia Pérez ha recorrido la isla desde Maisi a Guanacahabibes, en la localización de diferentes especies de palmáceas. Es así que en su quehacer científico  logró un resultado inédito tanto para el país como a nivel internacional, al localizar junto al italiano Carlo Morici la especie de palmera número 88 , la coccotrinax  Torrida , entre las casi dos mil que se han descrito en el mundo. El descubrimiento lo hizo en Punta de los Guayacanes, en la Loma del Cuero, entre Imías y Playitas de Cajobabo, en Guantánamo.

Sus aportes a la preservación de las plantas amenazadas de extinción, al cuidado de los ecosistemas y al fomento del Jardín Botánico de Las Tunas le hacen merecedor del respeto y admiración a una labor anónima de toda la vida en favor del medio ambiente.

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