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Y dale con el paquete

Y dale con el paquete

El llamado paquete, calificado por algunos como otro canal televisivo por la variedad y cantidad de materiales que contiene, se ha convertido en un tema redundante en los últimos tiempos en diferentes medios de prensa del país.

Nunca lo he adquirido, aunque me lo han ofrecido incluso gratis personas que lo obtienen cada semana, y no lo hago por  prejuicio, sino porque mi tiempo lo dosifico entre diferentes intereses, entre ellos la necesidad consuetudinaria de leer noticias y artículos de prensa y explorar cada día  las redes sociales cuando la conectividad me lo permite. He visto algunos de sus materiales, -películas, documentales o series-, sugeridos por amistades y copiados en mi memoria flash.

De que tiene un amplio público nadie lo niega,-ama de casa, estudiantes, profesionales y hasta VIP- y no es mi intención censurar el entretenimiento; no podría hacerlo alguien como yo asidua a las telenovelas brasileñas y algunas cubanas aunque a veces aprecio con lástima cómo se desaprovecha el talento de excelentes actores y actrices en guiones tan flojos (Playa Leonora).

Pero llama la atención tan extenso disfrute de esta fiesta de la piratería, sin que nadie se percate de que existe el derecho de autor. Claro que tiene su explicación. Somos privilegiados gracias al bloqueo al que alguna ganancia podemos sacarle. Como nos está vedado adquirir estos audiovisuales, los tomamos sin permiso. Así por ejemplo vemos aquí por la TV y tranquilamente en casa desde nuestro disco extraíble, muchos filmes nominados al Oscar, mucho antes de la ceremonia de entrega de la estatuilla dorada.

Uno de los cuestionamientos al susodicho es la propensión a la subversión ideológica y a patrones consumistas para subyugar incautos, lo que es cierto, pero no es asunto nuevo ni el único medio, es ya historia antigua si nos atenemos a las constantes trasmisiones radiales contra la Isla cada vez menos escuchadas por sus burdos mensajes, las tergiversaciones, desmesuradas mentiras o verdades a medias.

 Si el paquete trae de todo como en botica por supuesto no le faltan las banalidades de los shows y programas de mal gusto y discutible comicidad, seguidos por cierto público poco avezado que no merece sin embargo reprimendas por perder su tiempo libre en recreación tan insípida: les gusta esa opción como otros se divierten con el juego de dominó.

La solución no está en una arremetida ni mucho menos en las desafortunadas prohibiciones, sino en preparar a nuestros niños y jóvenes para saber discernir qué es arte y qué es un vulgar subproducto matizado por las luces, las truculencias y los pródigos efectos especiales de las últimas tecnologías.

Las casas de cultura y proyectos de diversa índole con especialistas en todas las artes y la literatura, y un sistema de educación avanzado pueden aportar mucho a una educación estética que nos permita distinguir entre lo que es y lo que no es arte y disfrutar de un entretenimiento de mayor aporte al enriquecimiento espiritual. Entonces el paquete no pasará de ser eso: un paquete.

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