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Educación

La música ayuda a bebés a aprender a hablar

La música ayuda a bebés a aprender a hablar

La música ayuda a los bebés a aprender a hablar, según un reciente estudio publicado en Estados Unidos que observó el comportamiento de un grupo de lactantes que participaron en juegos que incluían la utilización de ritmos musicales.

Los investigadores compararon la evolución de un grupo de 20 menores de nueve meses a quienes enseñaron a reproducir ritmos musicales tocando sobre un pequeño tambor mientras que a un segundo grupo de 19 bebés, de la misma edad, se les entregaba otro tipo de juguetes como automóviles o cubos. 

Una semana después de esa experiencia los bebés fueron sometidos a pruebas para determinar los lugares precisos del cerebro donde se producía mayor actividad.

Se constató que los infantes a los que se impulsó a participar en los juegos que implicaban música, mostraron una mayor actividad en las regiones del cerebro importantes para el aprendizaje del lenguaje. 

El lenguaje, al igual que la música, tiene fuertes características rítmicas subrayan los investigadores. El ritmo de las sílabas ayuda a distinguir los sonidos y a comprender lo que dice una persona y es esa capacidad de identificar los diferentes sonidos lo que ayuda a los bebés a aprender a hablar. 

"Nuestro estudio es el primero realizado en bebés que sugiere que el estar expuesto a ritmos musicales puede mejorar la capacidad de detectar los ritmos en el lenguaje", explica Christina Zhao, investigadora en el Instituto de Aprendizaje y Ciencias del Cerebro (I-LABS) en la universidad del Estado de Washington (noroeste). 

Zhao es la principal autora del este trabajo publicado en la revista de la Academia de las Ciencias de Estados Unidos. 

"Para adquirir la capacidad de hablar, los bebés deben poder reconocer los tonos y los ritmos y tener la capacidad de anticiparse" explicó la investigadora. 

"Eso significa que una estimulación musical precoz puede tener efectos más amplios sobre las capacidades cognitivas", agregó.

(Tomado de Cubasi, con informacion de AFP)

Aprender a pensar

Frei Betto

Nuestra mirada está impregnada de prejuicios. Una de las miopías habituales es considerar a los niños como ignorantes. Nosotros, los adultos, sabemos; los niños no saben.

El educador y científico Glenn Doman se planteó la pregunta: ¿En qué fase de la vida aprendemos las cosas más importantes que sabemos? Las cosas más importantes que sabemos todos son: hablar, andar, moverse, distinguir olores, colores, factores que representan peligro, diferentes sabores, etc. ¿Cuándo aprendemos todo eso? Un 90% de todo cuanto es importante para hacer de nosotros seres humanos lo aprendemos entre 0 y 6 años, período que Doman considera “la edad del genio”.

Sucede que la educación fundamental se realiza en esa edad. Nacemos con 86.000 millones de neuronas en nuestro cerebro. Las sinapsis, las conexiones cerebrales, se dan de manera acelerada en los primeros años de la vida.

Glenn Doman trató a niños con deformaciones esqueléticas incorregibles, incluso con cerebro dañado. Hoy son adultos que hablan diversos idiomas, dominan la música, la computación, etc. Son personas felices, con una buena autoestima. Al conocer en Japón a un profesor que adoptó su método, fue recibido por una orquesta de niños; todos tocaban el violín. La más vieja tenía 4 años.

Doman enseña en sus libros cómo se enseña a un niño, de 3 o 4 años, a aprender un instrumento musical o a autoalfabetizarse sin asistir a ningún curso específico de alfabetización. Eso también sucedió en mi familia. Tengo un sobrino–nieto alfabetizado mediante fichas. Su madre le leía historias infantiles y luego él hacía fichas de palabras y las repetía; y de repente el niño comenzó a leer antes de ir a la escuela.

Si me preguntasen: ¿para mejorar al Brasil, qué reformas se necesitaría hacer? Yo diría: una objetiva y otra subjetiva. La objetiva es la reforma agraria. Brasil y Argentina son los únicos países de las tres Américas que nunca conocieron una reforma agraria. Lo curioso es que somos el único país de las Américas con una superficie cultivable de 600 millones de hectáreas y con un enorme potencial de producción extractiva, como es el caso de la Amazonía. Ningún otro país del continente iguala al nuestro en posibilidad productiva.

La reforma subjetiva sería la de la educación. Todo el potencial de nuestra vida depende de la educación recibida. La educación en el Brasil nunca fue suficientemente valorada. Y sufrió un trauma durante la dictadura militar, al adoptar el método suramericano de no calificar los contenidos sino la cantidad.

Sobretodo suprimió del currículo disciplinas que nos ayudan a pensar, como filosofía y sociología, reintroducidas ahora en algunas escuelas de enseñanza media. Durante décadas estuvieron prohibidas, tanto así que en Belo Horizonte un profesor, los sábados, decidió por su propia cuenta dar clase de filosofía a los alumnos interesados. Fue tal el éxito, que la escuela tuvo que introducirla en el currículo.

Frei Betto es escritor, autor de “Alfabeto. Autobiografía escolar”, entre otros libros.

Educación crítica y protagonismo cooperativo

Por Frei Betto
Conferencia especial del teólogo y escritor brasileño Frei Betto en Pedagogía 2015

La educación escolar tiene un papel fundamental en el proceso de transformación social. A semejanza de la política y la religión, la educación sirve para liberar o alienar; despertar protagonismo o favorecer el conformismo; propiciar en los educandos una visión crítica o legitimar el status quo, como si fuera insuperable e inmutable; promover una praxis transformadora o sacralizar el sistema de dominación.

En estos inicios del siglo XXI, la educación escolar difiere mucho de la que predominó en el siglo XX. Hoy en día, nuestra vida cotidiana se ve invadida por nuevas tecnologías que nos brindan, en tiempo real, informaciones capaces de incidir en nuestra forma de vivir y de relacionarnos (ciberespacio, relaciones virtuales, crisis de las ideologías libertarias, nuevos perfiles familiares y sexuales, monopolio y manipulación de la información, etc.).

Como vivimos un cambio de época y navegamos entre la modernidad y la posmodernidad, estamos amenazados por una crisis de la identidad teórica. El instrumental teórico que tanto nos confortaba e incentivaba en el siglo XX, y que nos parecía tan sólido, se desplomó con el Muro de Berlín. Al contrario de lo que pregonaban los manuales de vulgarización del materialismo histórico, la historia retrocedió en Europa del Este.

Setenta años de socialismo en Rusia no fueron suficientes para formar los tan anhelados hombres y mujeres nuevos, dotados de inquebrantables valores éticos, disposición revolucionaria y menosprecio a las seducciones del capitalismo. Hoy Rusia es uno de los países más corruptos del mundo, y en él impera una brutal desigualdad económica.

¿Qué faltó en la Unión Soviética? Faltó una educación que, más allá de la escolaridad, de la transmisión cultural del país y de la humanidad, inculcara en los educandos una visión crítica de la realidad y un protagonismo social transformador.

De hecho, en muchos de nuestros países, capitalistas y socialistas, la educación escolar se ha convertido en una prisión de la mente, donde las disciplinas curriculares se repiten sucesivamente, con vistas a la calificación de la mano de obra destinada al mercado de trabajo. No se ha reflexionado sobre la prioridad de formar ciudadanos y ciudadanas revolucionariamente comprometidos con el proyecto social emancipador.

Vivimos hoy una era de impasse con respecto al futuro emancipado. Estamos en el limbo del proceso libertario. Los movimientos, grupos y partidos de izquierda, cuando existen, parecen perplejos en lo que toca al futuro. Muchos ceden a la fuerza cooptadora del neoliberalismo y cambian el proyecto de liberación social por el mero usufructo del poder, aunque eso implique traicionar las esperanzas de los oprimidos y los fundamentos teóricos que originaron esas fuerzas sociales y políticas.

La hegemonía capitalista ejerce un poder tan avasallador que muchos abdican del propósito de construir un nuevo modelo civilizatorio. Poco a poco, como si se tratara de un virus incontrolable, el capitalismo se impone en nuestras relaciones personales y sociales. Nos vamos adhiriendo a la creencia idolátrica de que “no hay salvación fuera del mercado”. En la esfera personal, abandonamos nuestra ideología libertaria a cambio de una zona de comodidad que nos permite acceder al poder y la riqueza, lo que nos libra de la amenaza de integrar el contingente de 2,6 miles de millones de personas que sobreviven hoy con un ingreso diario inferiores a los 2 dólares.

Formación de conciencia crítica y de protagonistas sociales

La educación crítica es nuestro gran desafío en este mundo hegemonizado por el capitalismo neoliberal. Su principio es no formar meros profesionales calificados, sino ciudadanos y ciudadanas que sean protagonistas de transformaciones sociales. Por eso trasciende los límites físicos de la escuela y vincula a educadores y educandos a movimientos sociales, sindicatos, ONG, partidos políticos; en fin, a todas las instituciones que realizan actividades de transformación social. La educación crítica solo se desarrolla en sintonía con los procesos reales de emancipación en curso y las reflexiones teóricas que los fundamentan.

La educación que busca la formación de conciencia crítica y de ciudadanos militantes comprometidos con la transformación social debe tener en cuenta la intercalación de tres tiempos: el tiempo de las estructuras (más largo); el tiempo de las coyunturas (más inmediato y factible de cambiar a mediano plazo); y el tiempo de lo cotidiano (en el cual vivenciamos el conflicto permanente entre la satisfacción de nuestros intereses personales y la conciencia de las demandas altruistas, que nos exigen ser para los demás, o simplemente, ser capaces de amar).

El tiempo de las estructuras debe ser objeto de la educación escolar. Es él el que nos remite a la historia de la historia, a los grandes procesos sociales con sus avances y retrocesos, a los triunfos y las derrotas, a las virtudes y las contradicciones.

Mientras más conscientes son educadores y educandos del tiempo estructural, más se contextualizan y se entienden a sí mismos como herederos de una historia que avanza, en medio de dificultades, de la opresión a la liberación.

Tener conciencia del tiempo de las estructuras es tener conciencia histórica y no dejarse ahogar en el mar de contradicciones de los tiempos coyuntural y cotidiano. Cada uno de nosotros es un pequeño eslabón en la vasta corriente del proceso social. Solo si tenemos conciencia de la amplitud de esa corriente comprendemos la importancia del eslabón que somos. Una educación que no se abre al tiempo de las estructuras corre el grave riesgo de ser cooptada por la estructura mundialmente hegemónica.

El tiempo de las coyunturas es el de los cambios cíclicos que producen inflexiones en las estructuras, aunque sin alterarlas sustancialmente. Es la acumulación de coyunturas la que influye en el cambio del tiempo de las estructuras. El gran desafío consiste en saber cómo comportarse en determinada coyuntura para mejorar o transformar la estructura. La coyuntura es el presente, el aquí y ahora, mientras que la estructura, que condiciona las coyunturas, no es fácilmente perceptible, a menos que se tenga conciencia histórica para poder encuadrar la parte en el todo, el detalle en el conjunto, el presente en las causas del pasado y en las alternativas de futuro.

El tiempo de lo cotidiano es el del día a día, en el cual transitamos o tropezamos, movidos por ideales altruistas, solidarios, y, a la vez, atraídos por las seducciones del acomodo y el individualismo. Es en el tiempo de lo cotidiano que la educación actúa, permite una comprensión crítica de la coyuntura y despierta el imperativo de comprometerse con la transformación de la estructura.

Vivimos inmersos en ese tiempo cotidiano, muchas veces movidos por utopías libertarias y, al mismo tiempo, desanimados al percatarnos cada día de que la materia prima del futuro es humana, siempre frágil, ambigua y contradictoria.

La formación de conciencia crítica y protagonismo social es resultado de un proceso pedagógico que intercala los tres tiempos para evitar que nos perdamos en un idealismo cuyo discurso no se adecua a la realidad, o en la mezquindad de un cotidiano que no siempre refleja los valores en nombre de los cuales lo asumimos. Ese es el caso de los militantes supuestamente revolucionarios que hacen de su función de poder un nicho de acomodo burgués y provecho personal. Y ello se aplica al director de la escuela, al obispo de la iglesia, al gerente de la empresa, etc.

Es importante tener siempre presente que nuestro cotidiano transita bajo la hegemonía de un determinado proceso civilizatorio, el de la burguesía europea, y de un único sistema económico globalizado, el capitalista, aunque vivamos en un país socialista.

Por tanto, nuestro tiempo cotidiano debe aspirar a incidir en el tiempo coyuntural para poder modificar el tiempo estructural global. Para eso no bastan los principios teóricos y las prácticas colectivas. Es preciso que a los principios y las prácticas los oriente una ética que tenga en su centro los derechos de los pobres, los oprimidos y los excluidos. Sin esa alteridad amorosa, todo proyecto emancipatorio o revolucionario corre el riesgo de congelarse, aprisionado por sus propias estructuras de poder, emitiendo un discurso desvinculado de la práctica, abriéndole paso a la esquizofrenia de crear en el imaginario colectivo, en nombre de la emancipación, la expectativa de un futuro burgués para cada ciudadano y ciudadana…

Comparados con el tiempo veloz de los aspectos coyunturales y el tiempo aparentemente caótico de lo cotidiano, los cambios estructurales son lentos, procesuales, y solo se pueden evaluar debidamente sus avances cuando se ponen lado a lado las conquistas del presente con los atrasos del pasado.

De la educación individualista a la educación cooperativa

Desde Marx hasta la Teología de la Liberación, todos sabemos que no existirá emancipación plena sin la superación del sistema capitalista. Una educación crítica y liberadora no debe perder de vista esa meta. Debe despertar en los educandos una visión crítica que no se limite a consignas repetitivas, que más que profundizar la razón exacerban la emoción.

Aunque se viva en un país socialista como Cuba, todos estamos sometidos a la hegemonía del pensamiento único neoliberal y de la economía capitalista centrada en la apropiación privada de la riqueza. El neoliberalismo, como un virus que se propaga casi imperceptiblemente, se introduce en los métodos pedagógicos y las teorías científicas, en resumen, en todas las ramas del conocimiento humano. Así, instaura progresivamente ideas y actitudes que fundamentan la ética de las relaciones entre los seres humanos y entre los seres humanos y la naturaleza.

En la lógica neoliberal, la inclusión del individuo como ser social se mide por su inserción en el mercado como productor y consumidor. La posesión de mercancías revestidas de valor determina las relaciones humanas. Es el fetiche que denunciara Marx. Esa inversión de la relación –según la cual la mercancía tiene más valor que la persona humana, y la persona humana es valorizada en la medida en que hace ostentación de mercancías de valor–  contamina todo el organismo social, inclusive la educación y la religión, como denunciara el papa Francisco el 22 de diciembre de 2014 al señalar las “15 enfermedades” que corroen a la curia romana.

De ello se deriva una ética perversa que subraya como valores la competitividad, el poder de consumo, los símbolos de riqueza y poder, la supuesta mano invisible del mercado. Esa perversión ética debilita a los organismos que fortalecen a la sociedad civil, como los movimientos sociales, los sindicatos, las asociaciones barriales, las ONG, etc. El patrón que se debe adoptar ya no es el de la alteridad y la solidaridad, sino el del consumismo narcisista y la competitividad.

¿Cómo superar hoy ese patrón de vida capitalista que, si no rige nuestro estatus social, muchas veces predomina en nuestra mentalidad? En eso a la educación le corresponde el papel preponderante. Entre otras cosas, porque la actual coyuntura no es proclive a los cambios estructurales por la vía del “asalto” al aparato del Estado. Eso no significa, como supone cierta parcela de la izquierda, que las revoluciones son hechos irrepetibles del pasado y, por tanto, ya no hay alternativa sino adaptarse al nuevo “determinismo histórico”: la hegemonía del mercado.

La historia demuestra que han ocurrido cambios estructurales significativos sin un “asalto” al Estado, como fueron el paso del esclavismo al feudalismo y del feudalismo al capitalismo. Hoy, una de las armas más poderosas para superar el capitalismo es una educación crítica y cooperativa, capaz de crear nuevos parámetros de conocimiento y promover nuevas praxis emancipadoras.

Es mediante la educación que se moldean las subjetividades que le imprimen significado a los fenómenos sociales. Con frecuencia sucede que se vive un antagonismo entre lo microsocial (pautado por la subjetividad) y lo macrosocial (pautado por las estructuras). En Cuba se encuentra un buen ejemplo: en la década de 1950, un grupo de jóvenes revolucionarios (microsocial) se hizo consciente, gracias a la educación política (subjetividad) de la importancia de modificar la estructura del país (macrosocial). Hoy Cuba es un país de estructura socialista, pero no todos los cubanos disciernen lo que eso significa, y algunos sueñan con disfrutar, bajo el socialismo, de un estilo de vida capitalista (microsocial).

La educación crítica y cooperativa es capaz de superar ese antagonismo al formar protagonistas o militantes que reproduzcan las bases materiales y espirituales del socialismo, cuyo sustento es la solidaridad.

Para ello, es necesario que la educación sepa situar a educadores y educandos en relación con el pasado y el futuro. Ello solo es posible a partir del aquí y el ahora, del presente. Es nuestro modo de pensar y actuar en el presente lo que resignifica nuestra manera de encarar el pasado y el futuro.

La educación tiene el poder necesario para destronar una racionalidad dominante e introducir otra, siempre que no sea meramente teórica y se vincule a procesos efectivos de producción material de la existencia. Resulta siempre oportuno recordar la observación de Marx de que no nos diferenciamos de los animales por nuestra capacidad para pensar (tal vez las abejas, por ejemplo, posean una lógica algebraica más depurada que la nuestra…), sino por la capacidad de reproducir nuestros medios de subsistencia.

Una educación crítica, liberadora, es la que aspira a conquistar la hegemonía mediante el consenso, mediante prácticas efectivas, y no mediante la coerción ideológica. Debe abarcar todas las disciplinas escolares, desde las ciencias exactas hasta la educación física, superando las relaciones fundadas en la economía del intercambio en aras de una economía solidaria, cuya base sea la cooperación.

Todos sabemos que las relaciones mercantilistas influyen en las concepciones de quienes las adoptan o se dejan regir por ellas. Para citar solo algunos ejemplos, esas relaciones acentúan el individualismo e inciden sobre los mecanismos de relacionamiento en el trabajo, la física moderna, la biología darwinista de la sección natural, etc. Ni siquiera la concepción mecanicista del marxismo, que profesaba la fe en un “irrefrenable determinismo histórico” logró escapar de su influencia. Es eso lo que índuce a los educandos a creer que el mercado obedece a una “ley natural”, y que fuera de él no hay alternativa… Es eso lo que nos lleva, literalmente, a torturar a la naturaleza para que nos suministre sus frutos cuanto antes.

Por tanto, debemos preguntarnos, ¿para qué sirve la educación? ¿Para adaptar a los educandos al status quo? ¿Para transmitir el patrimonio cultural de la humanidad como si fuera el resultado de la acción intrépida de héroes y genios? ¿Para formar mano de obra calificada para el mercado de trabajo? ¿Para adiestrar individuos competitivos?

Una educación crítica y solidaria engloba a todos los actores de la institución escolar: los alumnos, los profesores, los funcionarios y las familias de todos ellos. Y trasciende los muros de la escuela para vincularse participativamente con el barrio, la ciudad, el país y el mundo. Las puertas de la escuela permanecen abiertas a los movimientos sociales, los actores políticos, los artistas, los trabajadores. Y la óptica de su proceso pedagógico enfatiza esta verdad que la lógica mercantilista intenta encubrir: los fundamentos de la evolución de la naturaleza y de la historia de la humanidad están mucho más centrados en la cooperación, en la solidaridad, que en la selección natural, la competitividad y la exclusión.

Una educación crítica y cooperativa es deliberadamente contrahegemónica, y procura ubicar el destino de sus educandos en el destino global de la humanidad. El valor de la escuela se evalúa por su capacidad para insertar a los educandos y los educadores en prácticas sociales cooperativas y liberadoras. Por eso es indispensable que la escuela tenga claridad acerca de su proyecto político pedagógico, en torno al cual debe prevalecer el consenso de sus educadores. Sin esa perspectiva, la escuela corre el peligro de convertirse en rehén de la camisa de fuerza de su currículo, como un mero aparato burocrático de reproducción bancaria del saber.

Si queremos atrevernos a reinventar el futuro, debemos comenzar por revolucionar la escuela, transformándola en un espacio cooperativo en el cual convivan la formación intelectual, científica y artística; la formación de conciencia crítica; la formación de protagonistas sociales éticamente comprometidos con los desafíos de construir otros mundos posibles, fundados en la compartición de  los bienes de la Tierra y los frutos del trabajo humano.

Frei Betto es escritor y asesor de movimientos sociales, autor de “Fidel y la Religión”, “La Mosca Azul” y “Esa escuela llamada vida” (con Paulo Freire y Ricardo Kotscho), entre otros libros.

Para los educadores todo el honor

Honor a quien honor merece, dice una conocida frase y si alguien merece el elogio de la sociedad, es el maestro, ese que nos acompaña desde la infancia y sigue a nuestro lado hasta la adultez, aunque en cada etapa sea otro el rostro y el nombre y la complejidad del conocimiento que nos trasmiten.

La vida es un constante aprendizaje y en ese camino el educador tiene la capacidad de enriquecernos cultural y espiritualmente para dejar huellas tales que resultan imborrables  en nuestras mentes y en nuestros corazones.

Pero no solo agradecemos lo que personalmente recibimos de ellos, si no también nuestros hijos, que hacen parte de las sucesivas  generaciones de jóvenes que tienen la oportunidad de llegar de la mano del profesor hasta donde se lo propongan y les permitan sus capacidades y tenacidad.

Ellos son los creadores de una riqueza privilegiada con que hoy cuenta la nación cubana de cientos miles de profesionales  graduados en las universidades en disimiles especialidades, en las ciencias, las artes, la economía, la docencia,  una fortaleza para un país cuyos recursos humanos son una sólida esperanza para el porvenir.

Por eso no se trata solo del Día del Educador, 22 de diciembre, fecha en que Cuba se declaró libre de analfabetismo en l961, sino del perenne e íntimo agradecimiento a quienes están indisolublemente ligados a nuestra existencia para hacernos mejores personas.

Llegó el fin de curso, ahora las vacaciones y pronto hacia nuevas enseñanzas

Llegó el fin de curso, ahora las vacaciones y pronto hacia nuevas enseñanzas Círculos infantiles, escuelas primarias, secundarias básicas, preuniversitarios, politécnicos y universidades de toda Cuba tienen por estos días motivos de festejo por el fin de las clases y el inicio de las vacaciones.
Samuel y los demás niños y niñas del circulo infantil Ismaelillo,que el próximo curso comenzarán el grado prescolar, se reunieron en la Casa del Estudiante de Las Tunas para despedirse de este período,darle un beso a las tías–educadoras que los tuvieron bajo su cuidado; jugar, bailar y correr un rato, sin que faltara por supuesto el disfrute de los helados, dulces y refrescos.
La foto de cada año, en ocasión como ésta, deja la constancia y la posibilidad de ver el año próximo cuánto creció el niño que hace poco era un bebé. Pequeños acontecimientos que hacen feliz a la familia y llenan de orgullo y satisfacción a los padres.

Papeles son papeles

Por Graziella Pogolotti

Comidillas en colas, paradas de guagua, barberías, centros de trabajo, en todos los lugares donde se toma la temperatura de los estados de opinión, ha sido el fraude cometido en el reciente examen de ingreso a la Universidad. Corresponde a los tribunales de justicia atender el caso, por cuanto nos encontramos ante un delito penado por la ley con profundas repercusiones en la formación ética de las nuevas generaciones. La información pública objetiva del resultado final del proceso tendrá, sin dudas, carácter ejemplarizante.

El análisis del asunto no puede quedar ahí. Los fenómenos de cierta trascendencia social obedecen a la concurrencia de múltiples factores. Los proveedores tarifados de un producto responden a la existencia de una demanda potencial que tiene su origen en la aspiración de todos los padres a garantizar el porvenir de sus hijos. Es un deseo legítimo, pervertido por una visión errónea de la realidad. El acceso fraudulento a un diploma académico considerado patente de corso para asegurar un puesto de trabajo calificado en una plantilla para dormitar allí, recostado en plácidos laureles, conduce a la larga al fracaso, la frustración y el resentimiento o, peor todavía, a medrar en las fronteras de la ilegalidad.

Allá por los años 80 del pasado siglo, en mi condición de Decana, participaba como observadora en los exámenes de fin de curso. Nunca intervine en las decisiones de los tribunales, por haber considerado siempre que preservar la autoridad del maestro es un principio sagrado inviolable. Lo hacía para valorar en lo concreto y tangible la marcha del proceso docente más allá de los acostumbrados controles formales. Al concluir la prueba intercambiaba puntos de vista con los profesores. Advertí en ocasiones en muchachos apenas veinteañeros limitaciones naturales para proseguir exitosamente una carrera de actuación. Mi comentario al respecto recibió una respuesta tajante: “En su momento, los suspenderá la vida”. Un suspenso en la Universidad —argumenté—, es menos doloroso que el de la vida, definitivo y sin posibilidad de recomienzo. El otro, en cambio, ofrece vías para encontrar el mejor camino.

Un título académico avala el conocimiento adquirido. Cuando no tiene el respaldo de la verdad, se convierte en papel mojado, en materia prima desechable. El saber no ocupa lugar, decían los viejos de antaño. Es un bien invaluable que se preserva y acrecienta a lo largo de la existencia. No es solamente atributo de los universitarios. Podemos reconocerlo en la sabiduría del campesino que domina los secretos del tiempo, de la tierra y de los cultivos; en la creatividad del artesano; en la pericia de quien domina un oficio. Conservo en mi casa una repisa que lleva más de 70 años cargando libros. La hizo un modesto carpintero de la calle Peña Pobre. El barniz no ha perdido el brillo inicial. Para aquel joven, heredero de una tradición, la hechura de cada pieza constituía razón de orgullo profesional.

La improvisación y el paternalismo han conducido a soslayar la importancia de la profesionalidad. En los centros de trabajo encontramos con frecuencia efectos negativos de esa malformación en especialistas resignados a seguir mecánicamente las pautas de la rutina aprendida alguna vez, indiferentes ante la necesidad de mantener una permanente actualización respecto a su área específica del saber en espera pasiva de un seminario destinado a informar sobre un aspecto puntual. El paso por un centro de educación medio o superior implica tan solo la adquisición de las herramientas básicas de un aprendizaje que habrá de renovarse y enriquecerse permanentemente. Siempre ha sido así, pero en el mundo contemporáneo el ritmo de la innovación ha adquirido una velocidad impresionante. La obsolescencia de los equipos puede ir acompañada por la obsolescencia de las personas. En un capitalismo altamente competitivo, indiferente al destino del ser humano, esa trágica caída en el vacío sucede todos los días.

Requerido de cambios, nuestro proyecto socialista se sustenta en lineamientos que tienen por objetivo primordial al ser humano, partícipe decisivo de la construcción de una sociedad a su medida. Junto a la Campaña de Alfabetización, la Revolución Cubana llevó a cabo la Reforma Universitaria. Desde la precariedad extrema pudo implementar las bases de un vertiginoso crecimiento científico que, sin descuidar la búsqueda de soluciones a los problemas planteados por la práctica, se afincaba en la consolidación de las ciencias básicas, dado que de faltar esa integralidad, el país seguiría condenado a la dependencia heredada del coloniaje.

Para muchos, tanta audacia pertenecía al ámbito de lo utópico. Fueron los cimientos de un extenso capital intelectual que, en breve tiempo, revertiría con creces la inversión realizada, tanto en desarrollo humano como en ingresos económicos para el país. La configuración cultural del mundo se modificaba con el aporte de la ciencia, no limitada ya al trabajo de excepcionales personalidades aisladas. La voluntad democratizadora favoreció el acceso a esta zona del saber de jóvenes procedentes de las capas medias, así como de aquellos procedentes de la clase obrera y del campesinado. La creación de escuelas vocacionales favoreció la captación de talentos. Muchas familias sembraron en sus hijos el deseo de superación en el contexto de una dinámica social acelerada.

Las duras circunstancias del período especial generaron un espíritu de supervivencia que desplazó las expectativas de vida hacia los sectores que ofrecían en aquel entonces mayor remuneración o ingresos colaterales en moneda dura, lo que redundó en cambios en la escala de valores, patente sobre todo en quienes ingresaban al mercado laboral. Entre los trabajadores asalariados, la extensión de las sedes universitarias ofreció oportunidades para obtener títulos que garantizaran la promoción a cargos con mejores sueldos.

Involucrados ahora en la actualización del modelo económico, los cambios que se avecinan imponen la renovación de la mentalidad, de hábitos y costumbres adquiridos. Crecimiento económico no implica, necesariamente, desarrollo. Este último requiere la elaboración de estrategias políticas concertadas. La inversión en educación, ciencia y cultura adquiere un papel de primera importancia en una perspectiva transformadora. La modernización de la infraestructura y del equipamiento, la expansión de la industria y de la agricultura requieren personal altamente calificado, con iniciativa, y dotado de inquietud por la superación. También son indispensables la ética profesional, la disciplina, el rigor en el análisis de los problemas y un sentido de la responsabilidad personal. El capital intelectual es una fuerza productiva que contribuye al bienestar de la sociedad. Su formación no constituye un gasto. Es una inversión.

Los padres sueñan con un porvenir promisorio para sus hijos. Para encaminar a nuestros hijos a través de los escollos de una existencia en la que algún día dejaremos de estar a su lado, precisa enseñarlos a valerse de sus propias fuerzas. El niño que comienza a dar los primeros pasos vacilantes, tropieza y cae. Así va aprendiendo. Luego, poco a poco, habrá de ir incorporando que tiene derechos y deberes, tanto como pequeñas responsabilidades en el hogar y, sobre todo, en el estudio.

Padres y maestros no deben suministrar eternamente una papilla predigerida. «Empínate», dijo Mariana Grajales a uno de sus hijos. Era en tiempos de la Guerra Grande. Ese llamado vale también para el batallar de la vida, lo que constituye una manera de realización personal por el despliegue de todas las potencialidades que cada cual trae al nacer. De la mano de padres y maestros, tenemos que ir soltando amarras y valernos de nuestras propias capacidades. Solucionar problemas en la tarea cotidiana del escolar es una forma de entrenamiento para los imprevistos que nos presentará la existencia.

La ética se integra al conocimiento para la vida. Puede ser una rama de la filosofía, pero se concreta en el quehacer profesional del obrero, del empleado, del graduado universitario. Es inseparable del quehacer de un médico en la atención de un paciente, del constructor que asegura los cimientos de una casa, en el maestro que conduce la formación de sus estudiantes. Y el rescate de la profesionalidad real es imprescindible en la hora que estamos viviendo.

Papeles son papeles cuando los diplomas académicos no avalan el conocimiento real. Se engañan los padres y maestros que pretenden allanar caminos por vías fraudulentas. Propician, sin saberlo, el trágico e irremediable fracaso de las generaciones emergentes, adobados muchas veces por la ponzoña, la envidia, el resentimiento y la amargura.

(Tomado de La Jiribilla)

Oratoria Martiana: Palabras con alas y color

Oratoria Martiana: Palabras con alas y color

 

Las palabras deben tener ala y color dijo José Martí, y en busca de esas cualidades que aportan no solo vuelo, sino también perfección y contenido monolítico, se reunieron en la provincia de Las Tunas jóvenes estudiosos de la oratoria martiana de Ecuador, México, Panamá, Colombia y Cuba.

La fecha, entre los días 16 y 19 de mayo, coincidió con la conmemoración del aniversario 116 de la caída en combate del Héroe Nacional de Cuba en Dos Ríos en 1895 y es la segunda convocatoria para este evento internacional realizado por la Universidad de Las Tunas, cuya Cátedra Martiana sobresale en el país por su promoción de la obra del Apóstol y por la creación de Clubes de Oratoria Martiana.

Si en todo el encuentro prevalecieron momentos emocionantes y motivadores, las dos sesiones finales competitivas colmaron las expectativas del certamen que en la última jornada entregó por primera vez los Premios a la Oratoria Martina a los tres mejores jóvenes tribunos entre los diez finalistas.

Para el público y el jurado fue evidente el contenido, el brillo y la fuerza de la exposición de Estefanía Medina Bonilla, de México  sobre la vigencia del ideario martiano vinculado a las realidades que hoy aquejan a nuestros pueblos, de modo particular al mexicano, con los fenómenos de la emigración, la violencia y las políticas imperiales.

Los aplausos del auditorio y la evaluación de jurado le otorgaron a Estefanía el primer lugar del Premio a la Oratoria Martiana, segundo para María Verónica Bustamante Ponce, también de México y tercero para Alexander Renato Águila Torres, de Ecuador.

Las menciones fueron para Jonathan Baños Martínez, de México y Armides Campos Mayo, de la Universidad de Las Tunas.

Como parte del evento se impartió el curso: “La filosofía de la comunicación social: Oratoria Martiana”, que aportó valiosos instrumentos teóricos a los participantes  

La Cátedra Martiana de la Universidad tunera desde ahora dejó abierta la convocatoria para el Tercer Encuentro Internacional de Oratoria Martiana para igual fecha del 2012, en el que se espera una mayor representación de jóvenes tribunos de Latinoamérica, y de las diferentes universidades cubanas.

 

 

Mi escuela: recuerdo y presencia viva

Mi escuela: recuerdo y presencia viva

Por los mismos pasillos y las mismas aulas de la escuela primaria Mártires del 28 de Diciembre de Las Tunas que hoy Dayani Anzardo anda cada día, transitó su mamá Dayamí en la infancia.

A veces se detiene en la contemplación de los pabellones y las aulas, los pasillos y el patio, y recuerda con un suspiro que no ha cambiado mucho desde entonces.

Allí está el parque de los juegos y las travesuras infantiles a la hora del recreo, el libro con las frases de José Martí, los tinajones a la entrada y las fotos de los jóvenes mártires que murieron en ese lugar el 28 de diciembre de l958.

Grandes árboles cobijan las tres edificaciones que componen la escuela, matizando con su sombra y el sonido del viento en las ramas aquel acogedor sitio donde se han formado varias generaciones de niños tuneros.

¡Qué decir de los maestros! Nombres inolvidables como Flor, Santiago, Milvia, Ernestina, Cristina, Félix, Rosa María y Maribel están grabados por siempre en la memoria de Dayamí quien los recuerda con profundo cariño y respeto. A ellos evoca en ocasión de celebrarse este 22 de diciembre en Día del Educador.

Cuando Dayamí lleva a Dayani a la escuela, se emociona en los bellos actos que organizan los maestros. Cuando la ve saludar la bandera, cantar el Himno Nacional o decir el lema,recuerda con melancolía los días felices que allí pasó.

Y dice a su niña: ¡quiere a tu escuela, cuida sus jardines, respeta a tus maestros, para que cuando los años pasen y seas grande puedas decir también con orgullo ¡ Yo estudié en esta escuela!

 

 

ARQUITECTOS E INGENIEROS MASTER EN CIENCIAS

ARQUITECTOS E INGENIEROS MASTER EN CIENCIAS

Con gran satisfacción personal, de sus amigos y familiares, seis profesionales de Las Tunas acaban de obtener el titulo de Máster en Ciencias en Conservación de Centros Históricos y Rehabilitación del Patrimonio Edificado.

Esta es la primera maestría que se imparte en Las Tunas en la especialidad de Arquitectura, iniciada con una matrícula de 20  alumnos, quienes basaron sus investigaciones en la arquitectura, el diseño y el urbanismo, bajo la guía y el meritorio desempeño docente de los profesores de la Facultad de Construcciones de la Universidad de Camagüey.

Los estudios investigativos permitieron elevar el nivel científico de los profesionales  y a la vez constituyen propuestas aplicables  a sitios reales de la ciudad por las soluciones que proponen y que pueden ser tenidos en cuenta por las instituciones relacionadas con la conservación y rehabilitación  del centro histórico.

Obtuvieron el grado de Máster en Ciencias en Conservación de Centros Históricos y Rehabilitación del Patrimonio Edificado los arquitectos Javier Cardet, Sandra Carballosa,  Rafael Cardet, Kenia Cosano,  Ana Alicia Cruz y la ingeniera civil Yolanda Domínguez, pertenecientes a la Empresa de Diseño e Ingeniería, CREVER.

El arquitecto Oscar Prieto Herrera, coordinador de la maestría y director del Centro de Estudios de Conservación de Centros Históricos de la Universidad de Camagüey, destacó calidad de la preparación de los profesionales que obtuvieron el grado científico y reconoció las facilidades que ofreció la provincia de Las Tunas para el desarrollo de la maestría.